Jesús, un pozo, y una mujer samaritana

Jesús rompe todas las barreras para alcanzar a una mujer samaritana

En el previo estudio, Juan el Bautista testifica sobre Jesús, enfatizando que él es el Mesías. Luego, critica al rey Herodes por vivir con la esposa de su hermano, y el rey lo encarceló.  En este estudio, Jesús habla con una mujer samaritana, rompiendo todas las costumbres culturales y religiosas, y se le revela que él es el tan esperado Mesías.

¿Quiénes eran los samaritanos?

Antes de entrar en la historia, vale la pena repasar un poco sobre los samaritanos. Étnicamente, no eran totalmente judíos. Según expertos bíblicos, cuando los babilonios capturaron y exiliaron a los israelitas, dejaron atrás los de la clase baja; estas personas se casaron con gentiles, y así comenzó los samaritanos. Religiosamente, los samaritanos tan sólo leían los cinco primeros libros de la Biblia. No tenían los libros de historia ni los profetas (en un momento veremos porque eso es importante). Los samaritanos adoraban en un monte en Samaria mientras que los israelitas creían que el único lugar donde adorar a Dios era en el templo de Jerusalén. Eran conocidos por mezclar los cinco libros de Moisés con supersticiones. Por lo tanto, los judíos odiaban a los samaritanos aun más que a los gentiles. En esta historia, vamos a conocer a una mujer samaritana que ha estado casada cinco veces y ahora vive con un hombre que no es su marido. Jesús va a hablar con ella, rompiendo todas las reglas impuestas por los judíos.

¿Tenia que pasar por Samaria?

Al abrir la historia, el texto dice que Jesús y sus seguidores estaban regresando a Galilea, y que Jesús tenía que pasar por la región de Samaria. Sin duda, sus seguidores protestaron mucho sobre entrar en Samaria. Hubieran preferido circunnavegar Samaria como todos los judíos hacían. Pararon en un pueblo samaritano llamado Sicar, que había sido la ciudad anciana de Siquem (donde Dina fue violada). El texto dice que el pozo de Jacob estaba en Sicar. El texto dice que los seguidores fueron al pueblo para comprar comida. Solo, cansado, y con sed, Jesús se sentó al lado del pozo. El autor nos da un detalle importante: era casi el mediodía, la hora más calurosa del día. Donde se ubicaba el pozo no había nada de sombra. Comenzamos con la historia, leyendo la barrera que Jesús rompe para alcanzar a esta samaritana.

Ay, no me pidas nada

Juan 4:8-12: …Jesús le dijo:

—Dame un poco de agua.

 La samaritana le dijo:

—¿Por qué me pides agua si tú eres judío y yo soy samaritana?

Le dijo eso porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

Jesús le respondió:

—No sabes lo que Dios da gratuitamente ni sabes quién soy yo. Te estoy pidiendo un poco de agua y si tú supieras quién soy, me estarías pidiendo a mí. Yo te puedo dar agua viva.

La mujer le dijo:

—Señor, no tienes ni siquiera un balde, y el pozo es profundo. ¿De dónde me vas a dar agua viva? Nuestro antepasado Jacob nos dio este pozo. Sus hijos y sus animales bebieron de él. ¿Acaso eres más que él?

No sabes lo que Dios da gratuitamente ni sabes quién soy yo

¿Por qué Jesús no acompañó a sus seguidores a comprar comida en el pueblo? Quizás sabía que ella iba a estar allí y que sería mejor estar a solas con ella que hablar con ella en la presencia de sus seguidores quienes todavía estaban aprendiendo y guardaron muchos prejuicios sobre los samaritanos. 

¿Por qué esta mujer va al pozo al mediodía, en la parte más calurosa del día? Sacar agua del pozo era trabajo de mujeres; normalmente iban juntas por las mañanas. Era un lugar donde reunirse y chismear antes de comenzar otro día a limpiar, cocinar y servir a su familia. Tal vez ella fuera el sujeto del chisme, y por eso no iba al pozo con las otras. Le parecía mejor aguantar el calor del día para ir al pozo sola, un paseo peligroso, con la posibilidad de encontrarse con serpientes y bandidos. Pero ella era valiente y ni siquiera se sorprende al ver el judío allí a esa hora, pidiéndole agua. Una mujer piadosa probablemente no hablaría con un hombre, especialmente cuando no está en la presencia de su padre o marido, pero un hombre piadoso tampoco le hablaría y a esa hora estaría trabajando, no sentado al lado del pozo. Como Jesús es totalmente piadoso, tenemos que preguntarnos ¿qué está enseñándonos?

En el lugar equivocado en el momento correcto

¿Cómo sabía que él era judío? Étnicamente, los judíos y samaritanos eran muy similares y probablemente tuvieran una tez muy parecida. Se entendieron, así que, probablemente hablaron hebreo o arameo. A lo mejor Jesús tenía un acento o llevaba ropa que le indicaba que fuera judío. ¿Le da un poco de agua? No dice, pero quizás sí. Para ella, el problema no es tanto que sea judío, sino que es otro hombre que le pide algo, que cree que le va a quitar algo, y no le da nada bueno. ¿Por qué le dice que no sabe lo que Dios da gratuitamente? Porque nadie en su vida le había dado nada sin esperar algo a cambio.  No es una reprenda— durante su conversación, Jesús no la reprende ni la juzga. Está diciéndole que si supiera quien es, ella se olvidaría de sus problemas y le pidiera salvarla y darle nueva vida.

Como con su conversación con Nicodemo, ella no entiende y se enfoca en los hechos: el pozo es profundo y él ni siquiera tiene un balde. Como todos los hombres en su vida, él espera que ella haga algo que no quiere. Le pregunta si es más importante que Jacob. Dependiendo de su tono de voz, podría ser un insulto. Continuamos con la historia, leyendo la razón por la cual ella viene al pozo a esa hora del día.

Ni siquiera tendré que venir aquí a sacar agua

Juan 4:13-18: Él le contestó:

—Todos los que tomen de esta agua volverán a tener sed. Pero el que beba del agua que yo doy, nunca más tendrá sed. El agua que le daré brotará dentro de él como un manantial que da vida eterna.

La mujer le dijo:

—Señor dame de esa agua, para que ya jamás tenga sed. Ni siquiera tendré que venir aquí a sacar agua.

Él le dijo:

—Ve a llamar a tu esposo y vuelve.

Ella le contestó:

—No tengo esposo.

Jesús le dijo:

—Así es. Dices la verdad al decir que no tienes esposo. Has tenido cinco maridos y el hombre con quien vives ahora tampoco es tu marido; en eso tienes razón.

No tienes esposo

El texto no dice cómo era ella, pero podemos imaginar que estaba sudando, y por estar casada cinco veces, no es una joven. Por su forma de hablar, está hastiada. No quiere venir al pozo nunca, anhela que algo por lo menos sea más fácil. Sus arrugas destacan la cara, se agacha un poco a caminar, y suspira cada rato, cansada de sufrir. Jesús está hablando de nacer de nuevo, de pasar de pecadora a su seguidora. Claro, ella no lo entiende. Quiere un fin a la humillación, la vergüenza, y al trabajo tan duro de ir al pozo todos los días al mediodía; piensa en un poco de alivio para su vida cotidiana, no en nacer de nuevo. Este hombre dice que tiene la solución para algo vital. No sabe cómo él va a quitarle la sed, pero quizás lo que tendrá que hacer para lograrlo valdrá la pena.

En vez de darle el secreto mágico para quitarle la sed para siempre, le pide que llame a su marido y que juntos vuelvan. Parece un buen consejo; a fin de cuentas, un hombre no debe estar hablando con una mujer sin la presencia de su marido. Quizás antes de contestar, su corazón se le cae; no va a recibir esta agua, pues, la atrapó en su pecado. No nos dice por qué ha tenido cinco maridos y que ahora está viviendo con un hombre. El texto no se refiere a ella como una viuda, pero es posible que por lo menos unos de los cinco hombres murieran. Tampoco sabemos nada de sus exesposos. Bajo la ley, tan solo los hombres podrían divorciarse de una mujer. Por la ley, el adulterio era castigado con la muerte por lapidación. Por el hecho de que todavía está viva, probablemente no fuera una adúltera. Quizás era estéril, pero si la fuera, en vez de iniciar un divorcio, más probable el hombre tomaría una segunda mujer. Por el hecho de que se volviera a casar cinco veces, probablemente tampoco fuera estéril. Los hombres podrían divorciarse de una mujer por casi cualquier razón, así que, es posible que haya sido divorciada cinco veces y esta vez, ni siquiera se preocupó con casarse con el tipo. Como las mujeres eran prohibidas trabajar fuera de la casa, necesitaba un hombre para sostenerse, pero no lo amaba. En vez de condenarla o juzgarla como una ramera, tiene compasión con ella. Quiere que ella sepa que lo sabe, no la condena, pero no hay punto en esconderle nada. Continuamos con la historia, leyendo cómo ella cambia de sujeto para desviar la conversación.

Me doy cuenta de que eres un profeta

Juan 3:19-26: La mujer contestó:

—Señor, me doy cuenta de que eres un profeta. Nuestros antepasados adoraron a Dios en este monte, pero ustedes los judíos dicen que debe ser adorado en Jerusalén.

Jesús le dijo:

—Créeme, mujer, que llegará el momento en que ustedes no adorarán al Padre en este monte ni tampoco en Jerusalén. Ustedes adoran algo que no entienden. Nosotros sabemos lo que adoramos porque la salvación viene de los judíos. Pero llegará el momento, y en efecto ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre está buscando gente que lo adore así. Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad.

La mujer le dijo:

—Yo sé que el Mesías va a venir. Cuando venga hablará de todo esto. (El Mesías es el que se llama el Cristo).

Jesús le dijo:

—Ese soy yo, el que está hablando contigo.

Ese soy yo

Ella no quiere hablar de su pasado, y desvía la conversación, diciéndole a Jesús que aparentemente es un profeta. Recordamos que los samaritanos no leían los libros de la profecía y tal vez ni buscaran el Mesías. Jesús dice que los samaritanos adoran lo que no entienden; se limitaban a los primeros cinco libros y no creían en lo demás. Jesús no persiste con su pasado, sino le contesta que él vino para que todos adoremos a Dios en espíritu y verdad.

¿Cómo sabe ella que el Mesías va a venir? Quizás el Espíritu de Dios estaba trabajando en ella mucho antes de la conversación con Jesús. Ella vivía en un pueblo en que todos sabían la vida íntima de los demás, no se podría esconder la verdad. Dios busca a personas que lo adoren en espíritu y verdad, no en el templo en Jerusalén, y no tratando de esconderle la verdad. Si ella pudiera soltar su necesidad de encubrir sus errores, podría aferrarse a la verdad. Jesús hace algo inolvidable: se revela a una mujer samaritana sin condenarla, haciendo todo para alcanzarla.

En el próximo estudio, los seguidores de Jesús regresan y la mujer samaritana lleva a muchas personas a conocer a Jesús.

Para procesar:

1.                 ¿Hay un grupo de personas con las cuales no hablarás? ¿Por qué? ¿Qué significaría hablar con una persona de este grupo?

2.                 ¿Has lastimado a un miembro de este grupo con tu silencio? Si es así, ¿qué puedes hacer para reparar el daño?

3.                 ¿Te identificas con la mujer de alguna forma? ¿La iglesia o los “religiosos" te han lastimado? Describe como te han lastimado. ¿Qué necesitarías para perdonarlos- (no necesariamente para reconciliarte con ellos)?

4.      Si estás viviendo con un hombre sin casarse, ¿Qué paso puedes tomar para remediar la situación, casándote o mudándote a otro lugar?

Anterior
Anterior

La samaritana trae muchos a Jesús

Siguiente
Siguiente

Juan el Bautista testifica sobre Jesús